martes, 5 de octubre de 2010

Pildora antiromántica: "Sobre los bistecs reivindicativos"

Impresionante Bruce Willis parodiando la tontería bovina de Lady Gaga:






Nada como el sarcasmo y el humor contra el virus romántico.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Ponerse un bistec en la cabeza no es hacer la Revolución

Una de los grandes timos intelectuales de finales del siglo XX ha consistido en hacer pasar por actos reivindicativos algunos montajes comerciales. Guiados por el narcisismo más descarado cuando no por un espíritu comercial descarado, muchos artistas se han apropiado de causas más o menos justas pera después deshacerse de ellas como si de unos gayumbos gastados se tratara. ¿Dónde está Sting y sus indios del Amazonas?


Montar sólo un numerito más o menos perturbador no es en absoluto cambiar el mundo. Es llamar la atención y punto. Uno es muy libre de intentar llamar la atención cuanto guste y también de recibir el aprecio o el desprecio del personal, pero no es de recibo creerse el Lenin de la revolución amazónica o el Robespierre de la Era de Acuario.

El último espectáculo pseudoreivindicativo lo ha protagonizado la cantante pop Lady Gaga. En la entrega de premios de la MTV del 13 de Septiembre la señora se presentó con un traje de carne.

Por lo que mí respecta como si va en el traje de carne con el que vino al mundo. No tengo ningún tipo de prejuicio sobre cómo deben vestir las personas. Pero por lo de ligar esta pallasada con un acto político, por ahí no paso.

Por que lo realmente escandaloso son las palabras de la estrella en el programa de televisión de Ellen DeGeneres. Ni corta ni perezosa afirmó: “Si no luchamos por lo que creemos y si no luchamos por nuestros derechos, muy pronto vamos a tener tantos derechos como la carne de nuestros huesos”.

Pero ¿Qué nos ha tomado por idiotas? Me pregunto. Seguramente sí, debe pensar que su audiencia está integrada únicamente por los descendientes discapacitados de Homer Simpson. No puedo deducir otra cosa. Por que la alternativa es peor. Si realmente se cree estar haciendo algo por cambiar las cosas, entonces la que desciende directamente de Homer Simpson es ella.

Las personas infectadas por el virus romántico caen a menudo bajo el influjo de espectáculos de índole similar. Su mente, perturbada por la suspensión del razocinio, puede llera a ver a esta tunante como una heroína de los derechos civiles. La nueva Martina Luther Queen blanca dispuesta a dejar la vida por solucionar las injusticias que flagelan el mundo.

Mucha gente puede pasar toda una vida siguiendo a uno de estos iconos mediáticos, malgastando su energía intentando imitar sus actos y pensando que colabora en algún tipo de movimiento social. Justo lo que quiere el virus romántico.

El problema radica en el cambio de la jerarquía. En los años treinta y cuarenta eran los partidos de clase los que lideraban el cambio. Artistas e intelectuales se ponían a su servicio o al menos se coordinaban. Por que eran conscientes que su miópico punto de vista no les permitía apreciar todo el proceso.

A partir de los años setenta y sobre todo los noventa los artistas e intelectuales van por su cuenta. Se llegan a creer la vanguardia del proletariado y montan sus saraos sin pedir consejo a nadie. En su ignorancia muchos confunden la forma con el fondo volviéndose totalmente inofensivos al poder.

Los poderosos, los de verdad se ríen e incluso encuentran graciosos estos espectáculos. Algunos incluso colaboran para darse un “baño de progresismo”, pero en ningún momento consideran una amenaza los jolgorios que últimamente se organizan.

El cambio social se consigue trabajando, muchas veces de forma anónima. Montar una fiesta es sólo montar una fiesta. Y nada más. Es bueno disfrutar del espectáculo estético pero dejar las cosas serias para otro momento.

Píldora antiromántica: "Dejas de amar a una persona cuando dejas de sentir mariposas en la barriga"

Es esta una memez bastante extendida. Las famosas "mariposas en la barriga" no son más que la sensación de ansiedad, uno de cuyos síntomas es excitación de los nervios del plexo solar. Se siente ansiedad por las dudas, por la incertidumbre y la inseguridad respecto a los sentimientos de la otra persona. También se sienten mariposas en el estómago cuando te apuntan la cabeza con una pistola y no por eso decimos que la relación entre atracador y atracado es amorosa.
El amor es algo bastante más sólido y no depende de una sensación de angustia. Pero el virus romántico trastoca nuestras ideas y aprovecha conceptos erróneos como estos para guiarnos hacia una búsqueda infructuosa e infeliz.
Las mariposas en el campo, revoloteando entre las flores. Que no es una imagen romántica, es simplemente una observación naturalista.

martes, 21 de septiembre de 2010

Píldora antiromántica: "El amor es la fusión de las almas"

Los humanos no podemos fusionar las almas porque no podemos fusionar cerebros. Y aunque pudiéramos ¿Qué sentido tendría? Uno quiere a una persona por lo que es. El resultado de fusionarse con ella sería un persona distinta. Un compendio de sus cualidades y nuestras cualidades pero también de sus defectos y los de uno.
Y si hay algo que uno llega a odiar de verdad son sus propios defectos. Muchas parejas intentan la fusión y al final sólo obtienen fisión (la destrucción de la pareja y, de paso, parte de ellos mismos).

sábado, 4 de septiembre de 2010

Píldora antiromantica: El amor romántico es sexista

Recomiendo leer esta entrada y prometo deciros algo después de leer el libro:


Por cierto: Aquellos que penséis que vuestros sentimientos son naturales y, por lo tanto, exentos de cualquier influencia social estáis siendo ingenuos. Una ingenuidad que el virus romántico aprovecha para entrar a colonizar vuestra mente.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Pildora antiromántica: "Ve donde el corazón te lleve"

La frase "Ve donde el corazón te lleve" tiene mucho predicamento. Envuelta en el celofán del romanticismo y con el lacito de las verdades profundas y duraderas, es un regalo habitual para adolescentes, sobre todo mujeres adolescentes.
Pero: ¿Y si el corazón te lleva a la tumba? Millones de mujeres muertas a manos de sus maltratadores podrían decirte hasta donde les llevó el hacer caso sólo al corazón. Pero ya no pueden hablar.

jueves, 5 de agosto de 2010

Las identidades estúpidas y el cambio social

Vaya por delante mi más absoluto respeto por las personas que deciden vestir con pantalones tejanos llenos de agujeros, camisetas ajustadas o cazadoras con tachuelas. Tampoco tengo nada contra los tatuados, los escarificados o los teñidos. A mí, personalmente, tanto me da si un tipo decide ponerse un pircing en la oreja, en los pezones o en la punta de su lápiz. Pero de ahí a aceptar que con su actitud están contribuyendo al progreso social va un abismo.

Han pasado ya cuarenta años desde los primeros movimientos contraculturales de amplia aceptación. Digo de amplia aceptación por que, hasta los años sesenta, los “alternativos” eran simplemente ignorados, cuando no marginados. Fue durante esta época cuando se empezó a forjar una idea altamente destructiva para cualquier movimiento de reforma o revolución social: La contracultura como transformación de la sociedad.

A grandes rasgos esta idea viene a decir: Si te vistes y te comportas de forma contraria a las costumbres de tus conciudadanos, conseguirás unir a tu causa a todos los descontentos, creándose así un movimiento social triunfante que desembocará en un cambio radical de la sociedad. Cultiva una identidad transgresora y contribuirás a mejorar la vida de la gente.

Pero el destino de los contraculturales, los que de verdad se lo creen, es siempre el mismo. O bien sucumben resignadamente al proceso domesticador y se convierten en ciudadanos ejemplares (o mucho más que ejemplares, como buenos conversos) o caen en la marginación más absoluta malmuriendo al cabo de los años.

Por que es muy difícil que el cambio social ansiado se de y se de siguiendo la propuesta de los “alternativos”. Como decía Marvin Harris hacia 1975 en su excelente libro divulgativo “vacas cerdos guerras y brujas”: “La Revolución no se consigue haciendo cada uno lo que le de la gana, sino haciendo precisamente lo que se debe hacer”. Esto, los contraculturales, no lo entendieron entonces ni lo entienden ahora.

Hippies, punkis, moods, new romantics, siniestros, heavys, teconopops y un largo etcétera lo han intentado y han fracasado rotundamente. Las mejoras sociales, ahora en cierto peligro precisamente por al idiotez en parte extendida por estas identidades, fueron el fruto de una lucha organizada cuyo objetivo eran las estructuras de producción y reproducción. Las movilizaciones amplias a favor de derechos como la sanidad o la educación si reportaron mejoras en la forma de vida de las personas. Ninguna contracultura consiguió nunca nada sólidos. Como máximo acompañó, puso color y banda sonora al movimiento reivindicativo, pero no lo lideró. Y cuando intentó hacerlo lo destruyó. Al ahuyentar a las personas normales, perdió apoyos y fuerzas, quedando reducido a un grupo de marginados.

Pero ¿Qué impulsa a una persona despierta y disconforme, preocupada por el progreso a asumir alguna de esas identidades? Creo que algo tiene que ver en esto el virus romántico.

Todos tenemos crisis existenciales, momentos de duda sobre lo que somos y lo que debemos hacer. A veces, durante estos trances, uno aborrece de la sociedad tal como está y aspira a cambiarla. Si la mente está sana lo normal es ofrecerse para contribuir a algún proyecto transformador serio o crear uno propio. Pero si su cerebro ha sufrido la infección romántica tiene muchas posibilidades de sucumbir al embrujo de una identidad estúpida. A nuestro amigo el virus romántico le encanta encauzar la energía de las personas hacia proyectos inútiles y, por suerte o por desgracia, hay muchos ejemplos a seguir. Cada vez más, diría yo. Al virus le importa un comino la identidad elegida, mientras sea del todo inocua e improductiva.

Así un individuo que en otras circunstancias contribuiría a la reforma o a la disolución de instituciones sociales injustas, se puede pasar cinco, diez o quince años perdiendo el tiempo de concierto en concierto, de comuna en comuna o de cibertechnoguerrilla en cibertechnogerrilla, para terminar muerto por sobredosis o convertido en un entusiasta seguidor de lo que antes aborrecía.

El virus romántico está detrás de estos fracasos existenciales, pero es la falta de alternativas reales lo que realmente contribuye a su expansión. Debemos crear movimientos de transformación capaces de animar a las personas disconformes y reconducir sus energías hacia objetivos sino racionales, al menos razonables. Política al fin y al cabo. Pero política de altos vuelos no este espectáculo gallináceo que cada dos por tres vemos en la tele.

La infección romántica es difícil de combatir. Es como la gripe, uno debe pasar el proceso. Se pueden, sin embargo reforzar las defensas del individuo si desde pequeño se le educa en la crítica y el sentido del humor. Dos armas cada vez más útiles frente a este tremendo virus.